miércoles, 25 de junio de 2008

PACO BENAVIDES, San Gabriel 1964-Ginebra 2004

Sociólogo. Formó parte del taller y del colectivo editorial de Matapiojo durante los años ochenta. Dibujante, ensayista y lector políglota Se radicó a inicios de los 90 en Suiza realizando una intensa actividad con la comunidad latinoamericana, fue allí donde “despareció” abruptamente, en 2004. Su obra dispersa y en gran parte inédita, no ha sido lo suficietemente estudiada ni valorada.

De Historia natural del fuego (1995)


Cuando nació, dormía la angustia de los pájaros; y las flores resplandecían al contacto de los ruegos y los pensamientos fulminantes. Entonces, como en un haz de hálitos, el borde de un sueño diurno agonizaba en la constelación de la tarde. El sol y los demás arcanos reverdecían el rostro de las palabras de los ojos, el último error de las miradas... Para su cuerpo de arena de un día entre las manos, la disposición de la luz para anegarse de nombres. Para sus ojos pardos el otro cielo de una siesta lunar; para su nombre, las lontananzas de las hojas y de los pasos de los insectos frágiles por entre el fuego y el agua. Y el aire del fulgor de la esperanza. Y el castigo simétrico de un deseo, de una entrega, de un sueño que resta ser soñado entre las piedras...

Y tan sólo en un parpadeo de la tierra extraviar su imagen –estallando- que entra en la exasperación del dolor, ¿en el misterio de la libertad? Para sus ojos pardos que diluyen la conciencia de estar. Y el grito de los peces. Y el ruido del ocaso.

Pero viene sin forma por el viento. El viento que trae y lleva las noches polares y los días ebrios. Ya sin magia su vulnerabilidad escondida en la memoria, el odio de las puertas, en la obsesión de las paredes.

Ella va hacia el rincón de las caricias débiles. Para su cuerpo de tantas cosas el alba; para sus ojos que tiemblan en el aroma de la ausencia, el murmullo de las palabras dichas en sueños, de sueños dichos al despertar. Y el don natural que tienen los hombres de seguir siendo pájaros entre los hombres.


De Viento Sur (1997)

iii


el verano ha sido un espejismo
incapaz de abrirme los ojos
o de encarnar las palabras

mientras paso por la noche
hacia un lugar que conozco

ninguna huella en la niebla
solamente el olor de las hojas
me guía a tientas

has entrado antes del alba
y ella duerme maravillada

de entre las últimas voces
sobreviven en ti algunas:
hablan solas cálidas por tu lengua.


XVI

Pero qué sé yo en este momento
apoyado a la barra de este bar
de esta ciudad escandalosa
y clara
sinuosa
si no fuera porque nos gusta
hablar a ti y a mí sobre todo
lo mortal:
esta señorita que se aleja
y se disipa (y la seguimos más allá
por donde vaya redimidos)
esta cerveza tú sabes
sutil que nos embala
o estas voces hablando del instante:
hablando en blanco
volando
en círculos
cayendo de tumbo en tumbo fue entonces
cuando la percibimos
más alta que su prestigio
la Novia venía con su espumoso vestido
te das cuenta como si nunca
la hubieras poseído poblada
por nuestra lenta tímida cosmogonía.

XXV

Nadie queda en la ciudad
sólo las lámparas
alumbrando la lluvia.

Silencioso,
tus pasos nocturnos
vigilados por los gatos.

Por fin duermes
y tu mente se despeña
se despierta por tu lengua.


RONDA NOCTURNA


A los seis ya veía bajar por los potreros
prietas pantorrillas arriando la madrugada
alguien lloraba y se le saltaban los mocos
a través de la de dedos de rosa
quien traía cada día más tiznadas sus mejillas.

Al amanecer tiritando y siempre cuchicheando
alguien servía un café insípido mas
humeante. Frugales fueron aquellos
banquetes en las afueras del palacio.

Los grandes grasosos señores grandes
bailes ofrecían y en uno que otro daban
las sobras por las puertas traseras
de las puertas de servicio.

Entre lágrimas algunos pedos y demás
fluidos de la plebe la ciudad irreal
otra vez despertaba y el canto de los gallos
mandarines de Vésper encendían las calles.

Todo saluda al día nuevo; un nido de abejas
eran sus bocas, hijueputascarevergas
maricones tam cabrones tam viracochas tam.
Eran las potencias del hablar materno.

Vírgenes de formas plenas presidían los altares
y apenas recogida la estera preparaban el carbón:
gentil ídolo del bruno lugar natal ¡escucha!
crepitaba tragando su descendencia.

Súbito viene eso por lo cual la tierra espera
hacer aderezos con nuestro seso; en el
trovar de la cantina era sabio decir:
«aguarda la alta costumbre de procurarte frutos»,
«quiebra maqui de guagua». Ara vos prec,
no vaya a ser cosa que atine a columpiarse
en ese país «irreal limitado por sí mismo».

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólo una cosa querido amigo: Paco falleció en Berna, la capital suiza, en el mes de junio de 2003.
Van saludos y que estés bien, que no falté té en tu mesa, como dirían los japoneses, para referirse al aura, la poesía o el buen ánimo, el propicio en todo caso para escribir.